La organización en redes favorece el intercambio de conocimiento y la coordinación flexible entre distintos actores, situación que contrasta con la mayor rigidez atribuida a la organización jerárquica. El énfasis en las ventajas derivadas de la organización en redes ha dado lugar a la construcción de un discurso que sugiere implícitamente una relación antagónica entre las redes y las jerarquías. Este discurso obedece a una interpretación restringida de los conceptos heterarquía y jerarquía y contribuye a la formación de prejuicios que empobrecen el análisis tanto de las experiencias de desarrollo local como de las condiciones que favorecen o inhiben su promoción.
En la perspectiva que postula implícitamente una oposición entre las relaciones heterárquicas (identificadas con las que ocurren en las redes) y las jerárquicas (asociadas con las cadenas de mando), estas últimas aparecen como algo nocivo que debe desterrarse o como la expresión de una forma organizacional inferior en tanto inadecuada para enfrentar las exigencias de la economía mundial contemporánea.
Esta perspectiva se ve reflejada, por ejemplo, en el pensamiento administrativo tradicional, que se basa en sistemas jerárquicos de gobierno donde el poder de decisión de una persona proviene de su posición en la jerarquía y no de su conocimiento respecto a la solución de un problema determinado.
La valoración negativa de las relaciones jerárquicas llega incluso al grado de calificarlas como relaciones autoritarias. Por el contrario, las redes son consideradas formas democráticas de organización.
Desde esta perspectiva se considera imposible y/o inadecuada la coexistencia de interacciones jerárquicas y heterárquicas.
Según McCulloch: Dado un sistema cualquiera, el concepto de heterarquía se refiere a la situación de interdependencia que existe entre niveles o subsistemas diferentes en los cuales se desarrollan procesos distintos de forma simultánea.
La dinámica de interacciones en un sistema dado involucra relaciones tanto jerárquicas como heterárquicas.
En el caso de las heterarquías no existe un único sistema gobernante; por el contrario, cada subsistema ejerce cierta influencia sobre los demás.
Hay autores que consideran que las heterarquías son sistemas débilmente acoplados, porque en ellas se registra una interacción descentralizada impulsada por diferentes intereses particulares que incluso pueden ser contradictorios. La ausencia de un subsistema gobernante en las heterarquías obedece a que en ellas existen múltiples accesos, múltiples vínculos y múltiples determinaciones entre los distintos subsistemas.
A diferencia de las jerarquías, en las heterarquías no existe una inclusión completa o casi completa de un subsistema respecto de otro, rasgo que ayuda a distinguir, según su grado de complejidad, entre los subsistemas de una jerarquía.
Mientras que en las jerarquías el incremento de la complejidad se construye mediante la sobreposición de restricciones, esto es, los subsistemas más complejos o superiores se construyen mediante la agregación de nuevas restricciones a los subsistemas menos complejos e inferiores, en las heterarquías no existe una jerarquía definida u ordenamiento de restricciones; por el contrario, existe un entrecruzamiento de niveles en los cuales no hay forma de decir con certeza si un nivel es superior a otro.
En la perspectiva que postula implícitamente una oposición entre las relaciones heterárquicas (identificadas con las que ocurren en las redes) y las jerárquicas (asociadas con las cadenas de mando), estas últimas aparecen como algo nocivo que debe desterrarse o como la expresión de una forma organizacional inferior en tanto inadecuada para enfrentar las exigencias de la economía mundial contemporánea.
Esta perspectiva se ve reflejada, por ejemplo, en el pensamiento administrativo tradicional, que se basa en sistemas jerárquicos de gobierno donde el poder de decisión de una persona proviene de su posición en la jerarquía y no de su conocimiento respecto a la solución de un problema determinado.
La valoración negativa de las relaciones jerárquicas llega incluso al grado de calificarlas como relaciones autoritarias. Por el contrario, las redes son consideradas formas democráticas de organización.
Desde esta perspectiva se considera imposible y/o inadecuada la coexistencia de interacciones jerárquicas y heterárquicas.
Según McCulloch: Dado un sistema cualquiera, el concepto de heterarquía se refiere a la situación de interdependencia que existe entre niveles o subsistemas diferentes en los cuales se desarrollan procesos distintos de forma simultánea.
La dinámica de interacciones en un sistema dado involucra relaciones tanto jerárquicas como heterárquicas.
En el caso de las heterarquías no existe un único sistema gobernante; por el contrario, cada subsistema ejerce cierta influencia sobre los demás.
Hay autores que consideran que las heterarquías son sistemas débilmente acoplados, porque en ellas se registra una interacción descentralizada impulsada por diferentes intereses particulares que incluso pueden ser contradictorios. La ausencia de un subsistema gobernante en las heterarquías obedece a que en ellas existen múltiples accesos, múltiples vínculos y múltiples determinaciones entre los distintos subsistemas.
A diferencia de las jerarquías, en las heterarquías no existe una inclusión completa o casi completa de un subsistema respecto de otro, rasgo que ayuda a distinguir, según su grado de complejidad, entre los subsistemas de una jerarquía.
Mientras que en las jerarquías el incremento de la complejidad se construye mediante la sobreposición de restricciones, esto es, los subsistemas más complejos o superiores se construyen mediante la agregación de nuevas restricciones a los subsistemas menos complejos e inferiores, en las heterarquías no existe una jerarquía definida u ordenamiento de restricciones; por el contrario, existe un entrecruzamiento de niveles en los cuales no hay forma de decir con certeza si un nivel es superior a otro.
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